-Matame.
–Le dijo a su cautor.
-¿Para
qué? No me servís muerta.
-Pero
si me sirve a mí estarlo. –Casi suplicando.
-Ni
que estuvieras sufriendo. Bastante bien te tengo acá. –Cerrando la puerta
lentamente y yéndose.
-No
me importa como estoy acá, ni las cosas que me pasen. Quiero que la gente se
lamente de la persona que murió.
Él
se sorprendió de la respuesta. Si bien ella era la que estaba tirada en el
piso, sintió que por un momento él ocupaba ese lugar. Cerró la puerta y se
quedó mirándola.
-Veo
que cambiaste de opinión en cuanto a irte.
-Me
das lastima.
-¿Por
querer morir? –Se puso en posición fetal.
-Por
no valorar a la gente que te rodea. –Se prendió un pucho.
-¿Y
a qué se debe que seas un experto en mi entorno? –Soltando un par de lágrimas.
-Te
tuve que seguir un par de días. Ver con quienes te codeabas, tu entorno. Para
ser una chica de plata, no estás para nada mal acompañada. Conozco muy bien a
las de tu clase.
-Superficiales
y creídas. Rodeada de falsedad toda una vida. No esperes mucho de alguien que
nazca en ese entorno. Eso lo aprendí con la gente con la que se rodeaba mi
familia. Ninguno de sus hijos resultó humano.
-¿Y
qué te hace tan distinta? –Invitándole el cigarrillo.
-Mi
padre. –Lo agarró y le dio un par de pitadas. Ahora estaba sentada.
-Lo
siento.
-¿Por?
–Mirándolo con una mirada tierna.
-Por
haberte secuestrado. Ahora él debe estar sufriendo mucho.
-Si
tanto lo sentís tendrías que hacer algo al respecto. –Ella se acercó reptando a
él. Sugerente.
-¿Qué
estás haciendo?
-Te
tiento. –Hablándole al oído a su captor.
-¿Estás
loca? –Alejándola.
-No.
Quiero que me mates o me liberes. Pero quiero que hagas algo. Mirar es para los
cobardes.
-No
voy a hacer ninguna de las dos cosas. –Yendo para el lado de la puerta.
Ella
se abalanzó sobre él, tapando la puerta con su cuerpo. Él la intenta sacar,
pero ella se aferró a su idea. Con brutalidad la agarró del brazo y la tiró
contra una mesa cercana. Se escuchó un crujido. Quedó congelado en el lugar. Un
silencio invadió la habitación.
La
lámpara tenue en el techo se tambaleaba suavemente. En el piso un cuerpo inerte
reposaba, en la puerta un cuerpo queriendo estarlo. Un pequeño suspiro se
escuchó.